High Maintenance: Girls con mandanga

No, no es cierto que la serie High Maintenance (HBO) sea como Girls pero con mandanga… Pero había que buscar un título un poco provocador, supongo.

Lo que sí que es High Maintenance es una serie buena. Pero muy buena.

La serie cuenta la historia de un tipo que vende marihuana a domicilio en el Brooklyn actual. Bueno, sobre todo cuenta la historia de la gente que dicho tipo va encontrándose.

Katja Blichfeld y Ben Sinclair son los creadores detrás de la serie. Este último además la protagoniza, poniéndose en la piel del camello que reparte hierba en bicicleta.

Por supuesto que sí que hay puntos comunes entre High Maintenance y Girls.

Entre otras cosas, ambas tienen a Brooklyn como trasfondo para sus historias.

Y, sobre todo, ambas series salen ganadoras en su intento de conseguir dibujar un preciso retrato sociológico.

Si quisiera ponerme presuntuoso y fliparme (mucho) diría que estamos ante obras generacionales, de esas que muy de vez en cuando logran capturar el zeitgeist de un tiempo y un lugar con precisión de cirujano. Pero no lo haré, claro…

Girls fue probablemente la primera obra que puso el foco en el neoyorquino barrio de Brooklyn para explicar lo que allí estaba sucediendo en nuestros días.

La serie de Lena Dunham ponía el acento en sus habitantes y en los anhelos y miedos de una élite cultural urbanita. Girls estaba en el momento y en el lugar adecuados para retratar un barrio chispeante que probablemente se había convertido en la capital del mundo para una generación. Pura vivisección sociológica.

High Maintenance toma ese relevo. Brooklyn es el centro del mundo, el teatro de todas sus historias. A diferencia de Girls, en High Maintenance Manhattan ni siquiera aparece, no se nombra ni de manera difusa, no existe.

Una vez definido un marco concreto, High Maintenance se dedica a poner la lupa en una amplia gama de personajes grotescos. El rechazo que podría provocar la excentricidad de dichos personajes ante el espectador se acaba convirtiendo en empatía.

Como en el circo de Freaks de Tod Browning, de lo grotesco a lo emotivo hay solo un paso.

Pero High Maintenance no es sólo muy buena por su capacidad de radiografía social ni tampoco por sus fascinantes personajes. Hay mucho más.

Para empezar su pulso narrativo. Es imposible contar más en menos tiempo y hacerlo tan bien.

Para empezar, aclaremos que se trata de episodios argumentalmente independientes, donde en cada capítulo se presentan nuevos personajes y nuevas historias.

Además, muchos episodios están incluso partidos por la mitad para contar dos historias diferentes. Y todo eso en menos de 25 minutos. Con notables personajes y con enjundia narrativa.

Es alucinante la capacidad que tiene la serie para contar historias y para hacerlo tan bien. Pequeñas historias que van conformando un gran mosaico.

Asomarse a la ventana y retratar a la gente que pasa. Pero hacerlo con la meticulosidad de un entomólogo y la delicadeza de una comadrona.

Volviendo a Girls, es como si High Maintenance se planteara hacer en cada episodio algo de lo que tan bien hizo Lena Dunham en aquel fantástico episodio “La basura de un hombre”.

Porque High Maintenance trata al espectador como si fuera alguien inteligente. Más elipsis y menos subrayados. Además de resultar mucho más sugerente, quitar lastre narrativo es indispensable para que la serie vuele.

High Maintenance navega perfectamente en esa mezcla medida entre comedia y drama, añadiendo la cantidad adecuada de ambos ingredientes.

Las miserias del hombre moderno alienado (vaya, me prometí que no utilizaría esta palabra…) en la gran ciudad. La soledad, el desamparo… pero con media sonrisa. Ternura en la gran jungla de asfalto.

¿Emociones y comedia juntos? Vaya pastelón, me diréis.

Pues no, porque la serie también sabe ser cáustica, especialmente con los personajes y sus hábitos. Tratar con afecto a tus personajes pero sin negarte a ser incisivo. Complicado pero exitoso equilibrio. Como tantas cosas en esta serie.

Y todo esto lo hace con un tono deliciosamente ingenuo, porque a pesar de todo lo que hemos dicho, High Maintenance no es una serie pretenciosa (y podría serlo taaaaanto…).

Ni siquiera sus fantásticas escenas con música de fondo (que harían aplaudir a Xavier Dolan) resultan cargantes a pesar de que escuchemos de fondo a los clásicos grupos musicales modernos con vocación voluntariamente hipster. 

High Maintenance es una delicia inteligente y con una sensibilidad poco común.

Una serie que promueve además un mensaje evocador: en este santo mundo todos pueden encontrar su sitio por muy raro que se crea uno.

Y después de todo esto, me diréis: ¿y la marihuana que vende el protagonista dónde entra en juego?

Pues bien, la mandanga en High Maintenance es sólo una excusa para contar un montón de cosas. Y para contarlas además rematadamente bien.

(Fuente de imagen de portada: www.lemonde.fr).

Deja una respuesta